El Rey va desnudo, los ensayos políticos de Octavio Paz


Durante mucho tiempo acaricié la idea de escribir sobre los ensayos de Octavio Paz. Diversas ocupaciones, compromisos, clases universitarias me impidieron, sin embargo, poner manos a la obra y darle rienda suelta a las azules ansiedades de mi tinta. Hoy puedo comenzar a satisfacer mi anhelo porque se han conjugado una serie de circunstancias, a las que aludiré más adelante, que tal vez me permitan realizar poco a poco mi designio. Varias son las causas que me persuadieron de la conveniencia y oportunidad de pronunciarme críticamente sobre las hipótesis, ideas y disquisiciones de nuestro escritor, así como sobre sus amores, indiferencias y desprecios. Mencionaré, entre otras, algunas de las más relevantes.

Me atrae del Paz ensayista la variedad de temas, el mapamundi académico-cultural que maneja con el virtuosismo del que ha sabido leer, estudiar e informarse como pocos. Este amplio abanico de temas –que abarca desde las reflexiones sobre la historia humana hasta el mecanismo de relojería del haikú– ha de obligarme, pensé desde un principio, a tenérmelas que ver con todo un mundo de inquietudes, enfoques y puntos de vista que si no me resultan ajenos del todo, sí son poco frecuentados por mi curiosidad intelectual y mis aficiones literarias. Me interesa también del autor de El laberinto de la soledad el tipo de argumentos que emplea para dar consistencia y credibilidad, cimientos y atractivo a sus "ideas y creencias."

Alguna vez me ocuparé in extenso de la lógica específicamente pacista –una lógica inquietante, deslumbradora y provocativa– para intentar desentrañar el modus operandi particular que trae consigo, y, con ello, develar el contenido ideológico sustancial de uno de los aspectos centrales de su discurso. Por ahora no pienso enfrentarme a tamaña cuestión, sino sólo a tratar de meditar y, si es el caso, a responder críticamente a algunas de las apariciones, de las salidas a escena, de esta lógica sui generis. Mi deseo de escribir sobre Paz como ensayista se me ha ido formando, asimismo, por el convencimiento de que, aunque se han escrito no pocos comentarios en torno a este eje de su producción literaria en México y en el extranjero, dichos textos dejan mucho que desear y no representan, salvo una que otra excepción, una réplica seria, una respuesta pertinente, un examen profundo. La mayor parte de estos escritos oscilan entre la alabanza exagerada, servil y acrítica y el vituperio desmedido, vulgar y panfletario. Sin duda, también ha habido otro factor que me ha llevado a leer con fruición los ensayos de Paz publicados hasta ahora y al afán de someterlos a un análisis crítico: la prosa inquietante que los caracteriza, una prosa que alcanza –y no soy el primero en señalarlo– momentos de rara belleza y de provocación intelectual única. Por todo ello, la obra de Paz como ensayista ha ido apareciendo ante mí como un reto: un reto enderezado directamente al ensayista y crítico que llevo desde siempre en mis entrañas.

La constante aparición y reaparición de estas causas fueron motivando en mí no sólo la intención renovada de leer y releer, con la corteza cerebral alerta y con los ojos preñados de preguntas, el cada vez más largo catálogo de ensayos de Octavio Paz, sino la necesidad de elaborar un plan de abordaje para llevar a cabo un estudio global de estos ensayos. Resultado de ello fue el propósito de examinar la obra pacista, del género mencionado, dentro de los siguientes cinco grandes rubros: a) la posición política en general, b) las concepciones sobre México (o "México en la obra de Octavio Paz"), c) el concepto de poesía y la creación artística, d) la crítica de la cultura en general y de la literatura en particular mexicanas y e) los presupuestos filosóficos de los ensayos. Plan ambicioso como el que más. Programa que quizás no lleve a su término nunca y del que me hallo hoy por hoy sólo en los tramos iniciales, en los pródromos de la aventura. Pero que me sirve o me servirá de acicate para realizar un estudio sobre Paz que desearía tan detallado como novedoso, tan serio como revelador.

En eso estaba, cuando, a mediados de 1986, un grupo de jóvenes se puso en contacto conmigo con una proposición que no dejó de asombrarme: que les impartiera "una conferencia, un cursillo o todo un curso," según dijeron, sobre la posición política de Paz. Me resistí durante unos días. Argumenté que había ya colgado los hábitos como catedrático (me había jubilado, en efecto, tras de dar clases durante más de treinta años). Que estaba fatigado. Que tenía otros menesteres que cumplir. Pero todo fue inútil. Y lo fue porque, dentro de mí, había aparecido un aliado del propósito de mis invitadores. Cómplice que cayó en cuenta bien pronto que la invitación de éstos representaba para mí la gran oportunidad de dar inicio a la idea, acariciada durante tanto tiempo, de ordenar mis ideas sobre los ensayos pacistas, hincarles el diente en serio, y ponerme a escribir.

Acepté, pues, coordinar un seminario –en lugar de impartir una conferencia, un cursillo o un curso– sobre la materia en cuestión. El seminario duró un año: de mediados de 1986 a mediados de 1987. En julio de 1987 empecé la redacción de este libro.

Los jóvenes que me embarcaron en este quehacer constituían un grupo de muchachos de diferente edad, sexo, ocupaciones y puntos de vista políticos e ideológicos. Unos eran oriundos de San Luis Potosí, otros de Querétaro y unos más de la capital de la República. Al principio, las reuniones del seminario tuvieron lugar en San Luis Potosí y en el Distrito Federal; pero la mayor parte de ellas se realizaron en Querétaro –en la casa de Jorge; uno de los compañeros más capaces y lúcidos del grupo– por ser el sitio que resultó más cómodo para todos, dada su equidistancia entre la capital potosina y la ciudad de México.

Antes de entrar en relaciones con este grupo de jóvenes animosos e inteligentes, tenía la idea de escribir un libro sobre los ensayos políticos de Octavio Paz con una estructura análoga a mis textos Epistemología y socialismo (donde, además de examinar la crítica que el maestro Adolfo Sánchez Vázquez endereza contra Louis Althusser, expongo con algún detalle mi manera de pensar en varios temas filosófico-políticos estratégicos) o Las ideas políticas de José Revueltas (donde expongo el pensamiento del autor de El proletariado sin cabeza y lo someto a una crítica minuciosa). Pero el seminario –y el tipo de intervenciones pertinentes y esclarecedoras que fueron privando entre los participantes del colectivo– cambiaron la orientación de mi texto y la forma en que finalmente quedó elaborado. Al principio, el seminario funcionaba cotidianamente –y esto aparece reproducido con fidelidad en el volumen que el lector tiene en sus manos– con una ponencia introductoria mía seguida de un diálogo, de diversa extensión, que se establecía entre los miembros del seminario o entre ellos y el ponente; pero, poco a poco, el diálogo le fue ganando terreno, por así decirlo, a la tesis de entrada, de tal modo que –como se puede comprender con la lectura de este libro– al final del seminario predominaba una forma funcional que podría caracterizarse como heredera de la manera de exponer el pensamiento del autor del Fedón y del Teeteto.

No quiero seguir adelante sin aclarar que al inicio del seminario, la mayoría de los integrantes del grupo estaba muy renuente a mis puntos de vista, mis argumentos y mis propuestas; pero dos de ellos –Amelia y Jorge–, muy estudiosos y avispados, fueron coincidiendo en buena parte conmigo. Otros –como Hilario– tenían una gran inclinación y un respeto ilimitado por la obra de Paz, y nunca a decir verdad la abandonaron. Unos más –entre los que el caso de Juan es el más representativo–, de prosapia marxista-leninista y militante de una organización de izquierda, no sólo manifestó en todo momento una postura teórico-política refractaria a las ideas de Paz, sino que vio siempre con desconfianza extrema los pareceres, desarrollos y conceptos del que esto escribe.

Este libro se basa, en buena parte, en grabaciones. Pero una comisión de los participantes del seminario, bajo mi dirección y asesoramiento, ha corregido el estilo para hacerlo más accesible a la lectura y a la intelección de los debates. Agradezco a estos alumnos y amigos míos su intervención en esta tarea y me abstengo de mencionar sus nombres por indicación expresa de ellos.

El seminario comprendió dos partes claramente diferenciadas: a) el análisis de las opiniones de Paz sobre la URSS y de los demás países del llamado campo socialista y b) el examen de las concepciones de nuestro escritor sobre los Estados Unidos y el llamado tercer mundo. En el presente volumen se recoge tan sólo la primera parte. La segunda –que constituirá el volumen II de esta obra– se halla en este momento en preparación.

Me hallo, por consiguiente, encarrilado en la magna tarea de llevar a cabo un estudio global de los ensayos de Octavio Paz. Estoy al principio, y no sé si la vida o mis fuerzas me permitan consumar esta empresa. Creo, sin embargo, que la sola publicación de esta primera parte en dos volúmenes puede resultar útil, de interés para ciertos lectores y hasta apasionante para otros. Ciertas personas me han dicho que escribir tan prolijamente sobre Octavio Paz, dedicarle tanto tiempo, es darle demasiada importancia. Pero creo que Paz es ya demasiado importante. Estoy convencido de que –independientemente o no de la conveniencia de tal cosa– es algo así como un monarca o un emperador en la cultura nacional.

A decir verdad, y no hay por qué ocultarlo, Paz es y actúa como un rey de las letras nacionales. Un rey que ciertamente va desnudo..., como lo explico en este texto. Pero rey al fin. Monarca intelectual al que conviene leer, examinar, oír, beberle las palabras. Pero que no podemos dejar de enjuiciarlo con todo el rigor y la capacidad de nuestra pasión crítica.

P.-S.

Una cosa lleva a la otra: acá compartimos otros dos textos sobre el mismo tema:

Crítica histórico política del filósofo mexicano Enrique González Rojo Arthur al mexicano Octavio Paz de Lucía Amalia de León Zamora

Vuelta y cómo surgió el neoconservadurismo en México de Avital H. Bloch