Crónica: Desafiar a la bestia

“La prensa también es mía

yo la manejo y la patrocino

y puedo con esta fuerza

tener al pueblo siempre dormido”

Letanía de los Poderosos / Gabino Palomares.

Por: Sup Tupa

5 de septiembre de 2014 / Ante un escenario adverso para poder efectuar la manifestación frente a las instalaciones del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) y contra todo pronóstico de bienaventuranza, fundados con el razonamiento de poseer el inalienable derecho a hacer comunidad y su derivado que es la comunicación, integrantes de la Coordinadora Nacional de Medios Libres y Comunitarios (CNMLC) se apersonaron frente a las instalaciones de este edificio en la ciudad de México.

La orientación que emanó de esta estructura era hacerse presentes para emitir un mensaje único: “Somos nosotros y nuestra mejor defensa será la palabra”.

24 horas antes del arribo a la Ciudad de México, los proyectos de comunicación se preparaban para participar en esta jornada de lucha que de ningún modo aglutina a los grandes contingentes y en ello radica el valor de esta actividad se acudió al corazón de la bestia quien con una prepotencia – muy usual en sus soberbios funcionarios – minimizó la presencia de la Coordinadora Nacional de Medios Libres y Comunitarios.

Alimentados con palabras emitidas en idioma Taucate, Náhuatl y Zapoteco, se hizo prioritaria la postura: “No se venía a negociar concesiones o permisos a cambio del sometimiento de las ideas, la manifestación era para declarar que se seguiría trasmitiendo con o sin su reconocimiento y que cada vez que decomisasen los equipos de trasmisión de este modo se seguirán multiplicando”.

El primer contacto de esta jornada fue con un contingente importante de Policías Federales que transportados en dos camiones turísticos se encontraban a un costado del edificio del IFT, varias camionetas que flanqueaban el costado contrario, mostraban a uniformados que con rostro incrédulo creyeran que un grupo de apenas 100 personas intentasen algo contra las instalaciones que protegían.

Sin duda esa era la dimensión de sus miedos.

En un primero momento el duelo fue de imágenes; uniformados y manifestantes se tomaban fotos digitales desde sus celulares unos a otros. Los primeros en el ánimo de identificar a los manifestantes y sus líderes. Los segundos documentar y difundir la presunta disposición de este organismo ante un dudoso diálogo.

Acto seguido el encargado de la seguridad del edificio en un tono sumamente amable – tal y como se lo habían indicado – buscaba con insistencia el contacto con la “dirigencia” para ponerse a sus disposición. Ofreció varios garrafones de agua y el acceso a los sanitarios para que estuviesen “placenteros” durante su estancia. Fue hasta una hora después en que se presentaban los arrogantes funcionarios.

Durante la mañana llegaron compañeros de organizaciones como el Colectivo “Marabunta” que, identificados como observadores en materia de Derechos Humanos, acudían al llamado en caso de una improbable colisión entre las fuerzas del orden frente a los proyectos de comunicación.

Así mismo se sumaban activistas y ex presos políticos de eventos suscitados en esta ciudad capital que se preocupaban por la tendencia del Gobierno Capitalino que ha mostrado una sistemática preferencia a contener de forma violenta las manifestaciones.

Aún permeaba el tufillo de docilidad de la izquierda gobernante que había optado por el silencio sumiso por la utilización del zócalo capitalino como un gran estacionamiento, lo que proponía que está no podría ser la excepción ante la inexistente posibilidad de roces entre manifestantes y los cuerpos policiacos que cumplían con su papel de seguir fotografiando a los manifestantes que ya habían fijado su posición.

Con una malicia que caracteriza a los mismos funcionarios proponían que se acudiese una comisión a entablar un diálogo, primero de tres después de 10 personas en donde exclusivamente hablarían los mismos tres. En un tono soberbio uno de estos funcionarios de segundo nivel espetaban con ello su desprecio; si se accedía a un dialogo propuesto por ellos mismos: “Entran diez personas sólo hablan tres si se pronuncia una cuarta persona nos levantamos de la mesa”.

La contrapropuesta fue que si ellos tenían que expresar las bondades de su legislación que bajaran a utilizar el micrófono que los ahí presentes escuchásemos su explicaciones que el miedo que sentía por un puñado de manifestantes debería de estar resuelto ya que estaba protegidos por dos centenas de policías federales que rodeaban el edificio.

La respuesta fue el silencio y dichos funcionarios ya no bajaron de su pedestal.

En ese momento ya con el acompañamiento de una comisión de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, se reflexionó que el desprecio por los movimientos sociales se incrementaba y se ponía de ejemplo la repulsa por la oposición de los comuneros de San Salvador Atenco, las manifestaciones de la CNTE, el movimiento Médico, la protestas por la gratuidad de los estudiantes, la repetición de los modelos de autodefensas en varias latitudes del país: Todos estos hechos in-visibilizados por su arrogancia.

“La comisión somos todos”.

En un breve proceso asambleario se acordó que no se acudiría en busca de que una comisión reducida asistiese, lo que se tenga que decir lo tendrían que escuchar todos.

Una vez culminada la actividad y en la decepción de los mismos policías federales, vestidos de civil y uniformados, ese día no se repartirían toletazos. La evaluación posterior fue positiva en voz de un integrante un proyecto enclavado en la sierra: “Venimos a encarar a la Bestia para decirle: somos nosotros y no tenemos miedo”.

“Por cada radio decomisada nos multiplicaremos, por cada agresión que se sufra responderemos con la organización, hoy se nos miró con indiferencia y por debajo del hombro. Que mañana no les extrañe que se enfrente ya no en un duelo de miradas a la sola palabra, que tenga miedo de la palabra organizada”.

La tarea es clara: “La Resistencia Nacional también se dará desde la ondas hertzianas”.