El circo romano

Primera Convención Universitaria De Artes Circenses (v)

, por adesalambrar, Machaca

El Circo Romano

Crónica del último día

Parte 1https://kehuelga.org/diario/IMG/jpg/200382_10150165426793278_528843277_8221300_7809124_n.jpg

por Machaca

Sentía que mi cabeza explotaría en cualquier momento. I need a fix cause im going down… Como tenía sentido la frase de John Lennon en estos momentos. Era obvio que el cuerpo humano no estaba diseñado para soportar semejante carga. Amargas discusiones inundaban mi cabeza y la cosa no fluía, no fluía y las ideas no parecían llegar el día de hoy. Probablemente las mortales dosis de alcohol y otros estupefacientes ingeridos ayer hayan alcanzado a destruir algo más que neuronas en mi cerebro. Sentía que en mi cabeza se formaban coágulos de ideas, de pensamientos atorados que impedían a los demás caminar libremente a través de mi sistema nervioso. La cosa no pintaba bien, pero la orgiástica justa olímpica que había presenciado ayer me obligaba a dar cuenta de los sucesos, o más bien, a hacer un cuento de los sucesos. Sin importar la forma tambaleante y aturdida con la que pudiera escribir, estaba seguro de que no tenía otra opción. Era el último pensé, después de esto, no vuelves a escribir en toda tu vida. Lo cual no parecía una mala idea, ya que cada teclazo en la computadora resonaba haciendo ecos en cada rincón de mi hueca cabeza.

Iniciemos de una buena vez. Para poder entender cabalmente los sucesos que a continuación serán narrados, el lector tendrá que imaginarse arribando a otra época, a un tiempo diferente, un tiempo en que la gloria de los gladiadores y la depravación de los cesares marcaban el esplendor del Imperio Romano y sus imponentes ciudades. El día de ayer (aunque realmente antier, maldita CFE), las Islas de Ciudad Universitaria se habían convertido en una versión bizarra y remixeada de la ciudad a la que todos los caminos llegaban. Viajeros que al parecer provenían de lugares remotos parecían congregarse en espera de los tan esperados juegos.

Según la Wikipedia, la Olimpiada es el tiempo que transcurre entre unos Juegos Olímpicos y otros, es decir, como las horas y los segundos, Olimpiada es una medida de tiempo. Bien. Esta definición, además de confundirme más, no parecía embonar con los hechos que habían tenido lugar en las Islas la tarde de ayer. Y, mientras maldecía al anónimo sujeto que se atrevió a publicar un contenido tan miserable en la palabra olimpiada, me daba cuenta de que, a pesar de que era escueta, tal vez la idea de Olimpismo de la Wikipedia podría servirme para entenderlo todo. Tal vez, lo que había pasado en las Islas era eso, un tiempo, una medida del tiempo que transcurre entre una cosa y su nueva y periódica edición. Un tiempo diferente en el cual las reglas de lo cotidiano ya no aplican para nadie. Sin lugar a dudas estas olimpiadas fueron un tiempo distinto.

* * *

Había llegado a las Islas hacía ya un buen rato y observaba el acto de magia de un mago llamado Macartur, un post puberto que presumía el amor de su padre simbolizado en un libro que se dibujaba sólo. Mientras nos contaba de su niñez, que al parecer había sido marcada por el maltrato, hablaba de como a la tierna edad de 4 años su padre le regaló un libro para colorear, que para su desgracia se encontraba completamente en blanco. Este hecho absurdo no le dejó otra opción más que la de instruirse en las complejas artes mágicas, sólo para poder aparecer dibujos que pudiera dibujar con sus crayolas como los demás niños. Sin duda la deslumbrante capacidad prestigitadora del joven era el resultado de largos y atroces años de abuso, por quien probablemente sería el clásico caso de un alcohólico frustrado y necesitado de una fuente de ingresos. Los traumas de su infancia no parecían afectar su calidad sobrenatural, y tanto chicos como grandes disfrutábamos de verlo aparecer monedas y desaparecer líquidos sin que las leyes de la física, la termodinámica o la economía parecieran pesar sobre él. La extraña y heterogénea mezcla que daba lugar al público permitía expresiones como "Desaparece a tu asistente! Y aparece a una más buena!"

De la nada una música gitana comenzó a retumbar en el extremo de las islas más cercano a la facultad de Arquiectura, era la señal que todos estábamos esperando, un enorme grupo de enloquecidos cirqueros se congregaba en un círculo enfurecido que rodeaba a media docena de seres que parecían salir de una fantasía mitológica industrial. En vez de cuatro patas, alas o una cola, estos seres tenían una rueda y avanzaban pedaleando y saltando, tratando de derribar a todo el que se pusiera en frente –Tres finalistas, tres monociclos. Decía la voz de un personaje que bien podría ser el vocalista de Calle 13, pero que, como muchos de los hombres presentes acordamos después de una acalorada discusión, distaba mucho de ser tan guapo como el tipo que canta La Bala. Un sujeto de pelo largo y barba mal recortada, llamado o apodado torreón, había ganado la competencia y saltaba en una rueda por todo el campo de juego. Algunos de sus contrincantes continuaban en el suelo. Y, mientras rebotaba alegremente por la arena, zigzagueaba entre lo que parecía ser un cementerio de bicicletas.

El siguiente evento lo prometía todo, sangre y sensualidad al mismo tiempo. Gladiadores de ULA ULA. Alrededor de 15 mujeres y 5 hombres compitiendo por ser el último en quedar de pie y moviendo el ula ula. Lo único que no se valía era ayudarse con la mano, todo lo demás estaba admitido e incluso era exigido por el público. Cuando los hulas comenzaron a hacer hoop un silbido invadió el ambiente, parecido al sonido que hacían las naves espaciales por aquellos años en que comenzaban a aparecer en la tele. Probablemente tantos ulas ulas girando al mismo tiempo provocaban que el
continuo en el sonido de la naturaleza se rompiera. O algo así.

Algunas de las competidoras trataban básicamente de mantener el aro girando en su cuerpo, presumiendo de habilidad y estética al manipular la circunferencia evitando el contacto con las demás. Otras, por el contrario, olvidaban toda la técnica y el estilo y atacaban sin piedad ni misericordia a sus rivales. Algunas hacían girar el ula ula alrededor de su cuello y giraban delicadamente la cabeza, provocando así que el artefacto quedara en posición vertical, lo cual aprovechaban para atacar con saña y salvajismo a las demás competidoras. Durante los primeros segundos muchos aros caían al suelo y el público se encargaba de señalar y eliminar a las perdedoras de la competencia. Tiene sed de sangre- grito alguien en el público. Era verdad, no había otra explicación, pensaba a medida que una competidora avanzaba con su aro desparramando contrincantes. Las patadas y los codazos estaban a la orden del día. Los gritos de Ataquen, Ataquen! probablemente llegaban hasta la rectoría.

En casi todas las competencias los hombres fueron eliminados más o menos rápidamente, pero aún así, un delgado joven que sobrevivió al ataque de una experimentada ulaulera logró colarse a la gran final. Mientras el narrador recordaba a los asistentes que en los primeros años del ula ula como deporte olímpico, por allá de 1915, todavía no se presentaban hombres a los torneos, algunos, según cuentan, se disfrazaban de mujeres sólo para participar en la justa. Alguien gritaba entre la porra, "llegamos a la final muchachos!" Y ciertamente era algo que todo el mundo tenía que celebrar. Ese joven, que se movía grácilmente en el centro del campo, estaba rompiendo con años y años de prejuicios y discriminación, que en nombre de algún retorcido feminismo hembrista, habían excluido a los hombres de este tipo de competencias. Al final, ganó la competidora más joven, quién desde su aparición en las eliminatorias cautivó a todos los asistentes. A pesar de sus escasos 10 años (que es la edad que pensamos tenía, pero con las hormonas, la televisión y el internet podría tener cualquier edad) la pequeña presumía una increíble habilidad para mover su colorido círculo. Los dados se comenzaron a cargar cuando una chica, que rondaría los 20 años, intentó atacarla y hacerle perder el equilibrio, lo cual generó una andanada de insultos y amenazas de muerte. -Si te atreves, yo voy y te quito el aro- Gritó una señora que se cubría del sol con su bolsa y se enronquecía de emoción cada vez que un sujeto semidesnudo acercaba sus tonificados músculos hacia ella. Nadie se atrevió a atacar a la pequeña, la cual simplemente esperaba a que todos sus rivales cayeran como moscas. Así pasó, y por supuesto, la historia se repitió en la final.

A pesar de que había muchas competidoras que seguramente contaban con muchos años de experiencia en el mundo de los aros giratorios, la pequeña y atrevida campeona demostraba como, en el mundo del circo, a veces una inocente sonrisa puede ganarle a años de dedicado trabajo. Un factor que no sería adecuado subestimar, es el de la masa de gente que cobijo a quien, según el comité olímpico, ostenta ya el título de la más joven campeona de gladiadores con aro.

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Segunda Parte
Pelotas, clavas y por fin, FUEGO

P.-S.

Fotos de Jorge Vilchis