Dar la cara por las y los valientes

Ayúdanos a proteger a los y las valientes.

Actualmente, hombres y mujeres de todo el mundo asumen riesgos enormes para defender nuestros derechos. Pueden ser docentes, estudiantes, opositores políticos, trabajadores y trabajadoras de fábricas, periodistas, profesionales de la abogacía, etc. Puedes ser tú, tus familiares o tus amistades.

A esas personas se las acosa, tortura, encarcela, e incluso se las mata, simplemente por atreverse a alzar la voz por lo que es correcto. Sin su valentía, el mundo sería menos justo y menos igualitario. Debemos respaldar a quienes defienden los derechos humanos en todo el mundo... y hacer todo lo posible para que estén a salvo.

Podemos encontrar la chispa de coraje que todos y todas tenemos para alzar la voz por lo que es correcto. Podemos tuitear. Podemos protestar. Podemos escribir cartas. Podemos dar testimonio. Y juntos podemos actuar como una sola persona, codo con codo con los defensores y defensoras de los derechos humanos, para luchar contra la injusticia y construir un mundo más justo.

Mira el resto de la campaña Valiente


Defensoras y defensoras de los derechos humanos bajo amenaza: la reducción del espacio para la sociedad civil

Prólogo

Vivimos en una era de miedo, división y demonización. En todo el mundo se están usando discursos tóxicos de “nosotros contra ellos” para culpar colectivamente de problemas sociales y políticos a grupos enteros de personas.

Quienes se atreven a defender los derechos humanos son objeto de ataques cada vez en más lugares y en una escala alarmante. Se enfrentan a una oleada de acoso, intimidación, campañas de desprestigio, malos tratos, detenciones ilegítimas e incluso asesinatos. Sólo por luchar por lo que es justo.

Lo que presenciamos hoy es una agresión integral por parte de gobiernos, grupos armados, empresas y otros contra el derecho a defender los derechos humanos. En 2016, en al menos 22 países, hubo personas a las que mataron por defender pacíficamente los derechos humanos. En 63 países, otras fueron objeto de campañas de desprestigio. En 68 países las arrestaron o detuvieron sólo por su labor pacífica. En 94 países recibieron amenazas o sufrieron ataques.

Los defensores y las defensoras de los derechos humanos son personas de todo tipo de profesiones y condiciones sociales. Entre ellas hay estudiantes, líderes comunitarios, periodistas, profesionales de la abogacía, víctimas de abusos y sus familias, profesionales de la salud, docentes, sindicalistas, denunciantes de irregularidades, campesinos y campesinas, activistas medioambientales y más.

Son personas que hacen frente a los abusos de poder de gobiernos y empresas protegiendo el medio ambiente, defendiendo a las minorías, oponiéndose a las barreras tradicionales para los derechos de las mujeres y del colectivo LGBTI, y combatiendo condiciones laborales abusivas. Se interponen en el camino de la injusticia y la discriminación, de los abusos y la demonización. Y hoy son quienes más sufren el ataque global contra su derecho a expresarse.

La naturaleza de la amenaza es insidiosa. Se está socavando todo el ecosistema de protestas. Al arrebatarles su derecho a protestar, someterlas a vigilancia y atacarlas directamente o no protegerlas del acoso, las amenazas y las agresiones físicas, los gobiernos cortan el suministro de oxígeno a quienes defienden los derechos humanos.

Han pasado casi dos décadas desde que la comunidad internacional se reunió en la ONU y adoptó por consenso su Declaración de 1998 para proteger a los defensores y las defensoras de los derechos humanos y la sociedad civil y reconocerlos como agentes de cambio, cruciales para promover y proteger los derechos humanos. Al respaldar la Declaración, los gobiernos prometieron apoyar a defensores y defensoras y permitirles trabajar sin obstáculos y sin temor a represalias. Pero hoy se incumplen abiertamente tanto el espíritu como la letra de la Declaración.

En muchos países, los gobiernos están adoptando leyes y políticas que hacen que la labor de defensores y defensoras sea más arriesgada y difícil. Desde leyes que autorizan la fuerza contra manifestantes pacíficos o permiten la vigilancia masiva, hasta las que prohíben el acceso a financiación procedente del extranjero o imponen estrictos requisitos para inscribir legalmente las organizaciones, el espacio para defender los derechos humanos se reduce cada vez más.

Mientras tanto, defensores y defensoras son calificados cada vez más abiertamente de delincuentes, indeseables y “defensores de demonios”. Los llaman “agentes extranjeros”, “antinacionales”, “terroristas”.

Los representan como una amenaza para la seguridad, el desarrollo o los valores tradicionales.

Y así, se ven expuestos a una doble amenaza: se reduce su acceso a la información, las redes y las herramientas que necesitan para lograr el cambio, al mismo tiempo que las protecciones frente a los ataques que sufren son totalmente insuficientes. Los perpetradores de estos ataques rara vez son llevados ante la justicia. Escasea la voluntad política de proteger a defensores y defensoras como elemento crucial para un mundo más seguro y más justo.

Sin embargo, a pesar del ataque global contra las protestas pacíficas, la ciudadanía no va a darse la vuelta y aceptar la injusticia sin más. Nuestro espíritu de la justicia se mantiene firme y no está dispuesto a ser suprimido.

En este contexto, Amnistía Internacional lanza una campaña global para pedir que se reconozca y proteja a los defensores y las defensoras de los derechos humanos y que se les permita trabajar en un entorno más seguro.

El nombre de la campaña es: Valiente.

Ahora más que nunca necesitamos personas valientes que se alcen contra la injusticia y contra quienes menoscaban los derechos humanos a cambio de una falsa promesa de prosperidad y seguridad.

Todos tenemos capacidad para cuestionar los discursos tóxicos y luchar contra la injusticia.

Juntos podemos contribuir al cambio. Apoyemos a las personas valientes, unámonos a las personas valientes, protejamos a las personas valientes, defendamos a las personas valientes y seamos valientes.

Salil Shetty

Secretario general

Amnistía Internacional

Lee el informe completo