Las mujeres de Ayotzinapa (VI) - Delfina de la Cruz

¿Es fuerza que yo hable? Es que yo nunca he hablado.

Pues me di cuenta que estaban llamando a los padres de familia. Andaba el Datsun con perifoneo avisando a todos los padres de Tixtla que tuvieran hijos en la escuela normal para que se presentaran. Que era urgente. Había un problema en la escuela. Los estaban atacando. Mi hijo, Adán Abraján de la Cruz, todavía habló. Le habló a su primo. Que mandaran refuerzos porque los estaban atacando. Y nada más fue eso. Presentí algo.

El sábado después, ya para amanecer domingo, fueron regresando los chavos que sobrevivieron. Vimos que Adán no había llegado. Cuando le pregunté a uno de sus amigos, me dice con miedo: “Se lo llevaron”. “¿Y quién?”, le dije yo. “Los policías, pues.” Anduvieron buscándolos. En los hospitales. Decían que había heridos. Anduvieron donde quiera buscando. Y no, pues. No había nada.

Al principio pensé que si los tenía el gobierno, iban a regresar. No van a tardar, pensé. Nos confiamos. Adán nunca se ausentaba tanto tiempo. Quince días. Veinte cuando se iba a trabajar de albañil fuera porque no había trabajo aquí. Pero él diario le hablaba a Érika, su mujer. Le hablaba a sus dos hijos pequeños. Por eso para nosotras todo este tiempo en que está desaparecido ha sido un martirio. A veces se desespera una. El gobierno nada más nos está engañando con tanta mentira. Que encuentran una fosa clandestina… Que encuentran restos… Luego dicen: “Son los estudiantes, son los normalistas”. Y no es cierto, porque siempre son restos viejos. Quién sabe desde cuándo. Nosotras en el gobierno no confiamos.

Estábamos un poco más tranquilas cuando llegaron los expertos del Grupo Interdisciplinario de la CIDH. Tenía confianza en ellos, teníamos fe en que ellos iban a dar con la verdad. Pero el gobierno no los dejó. El gobierno sabía que ellos iban a llegar a la verdad. Y eso al gobierno no le conviene.

El día que fuimos a la Cámara de Diputados vimos que todos están con la versión del gobierno. Uno de ellos, del PRI, dijo que ellos habían traído a los expertos de la CIDH. ¡Están quedando bien, pues! Porque no es así. Eso fue porque los padres de familia anduvimos por donde quiera pidiendo apoyo a los Derechos Humanos. El gobierno no hace nada.

Yo como madre, todas las madres, queremos saber dónde están, cómo están. ¡Si ya no están que nos lo digan! Yo no quiero mentiras. No quiero mentiras como le hicieron al papá de Alexander (Mora Venancio), que nomás con un huesito los engañaron. Así es el gobierno de mentiroso. Yo no quisiera que nomás me den un huesito de mi hijo y me digan: “Ése es el suyo”. ¡No! No voy a aceptar nada de eso. Queremos ver a nuestros hijos así como son.

Para estar tranquila de nuevo y vivir bien, la única solución sería que nos regresaran a nuestros hijos. Que cualquier diputado, cualquier gente del gobierno se pusiera en mi lugar… ¡A ver! Hay mucha gente que nos dice: “Ya deja eso, ya tu hijo no está”. Y yo les digo: “¿Y cómo sabe que ya no están? A ver, póngase en mi lugar. ¿Va a aceptar dinero por su hijo?”.

Solamente tú, Dios mío, sabes dónde están, cómo están y cuándo van a regresar.

Solamente Dios. Nuestra fe sigue viva. La esperanza. Nosotras no vamos a descansar. No podemos dejar esto así. No son poquitos los desaparecidos. ¡Y aunque fueran poquitos! Si el gobierno pensó que con que nos ofreciera dinero nos íbamos a quedar calladas y ahí nomás. Pero con nosotras francamente se equivocó.

Mi marido y yo nos vamos turnando. Él sembró la cosecha. Iba a hojear, iba a piscar, iba a acarrear sus mazorcas. Y yo me fui a las actividades de búsqueda. Mañana hay reunión con los padres de familia. Y pasado. Si hay salida me voy yo. A los niños de mi hijo yo los voy a apoyar. Son mis nietos. Ahora que no está su papá, yo los voy a apoyar en lo que pueda.

De salud no andamos bien. Mi marido tiene unos tres o cuatro meses que le agarró una tos. Lo llevé al doctor. Pastillas, inyecciones. Y no se le quitó. A ratos le vuelve una tos como si se quisiera ahogar. Así que digamos que andamos bien… pues francamente no. Pero tenemos que ponernos fuertes porque si no, ¿entonces? ¿Quién más?

Hay veces que sueño que Adán llega. Esta chamaca, su hermana, también lo ha soñado. El último día que lo vimos estaba enfermo. Vino a la casa. Dijo que lo lleváramos al doctor porque iba a salir a actividades para el 2 de octubre. Fue el martes. Fueron cuatro inyecciones. Venía del Ayotzi todas las noches a que lo inyectaran. Nadie se imaginó que ya no lo íbamos a volver a ver. El suéter rosa que se llevó y que se encontraron en el autobús frente al Palacio de Justicia de Iguala después de ser atacados por los policías era de Érika, su esposa.

Para mí ya no es vida. No es lo mismo. Desde que pasó esto, yo y mi marido no salimos. Voy a algún evento porque me alquilan para guisar. Como le digo ahorita a mi hija, ya viene otra Navidad. Ya viene otra Navidad y nos falta alguien en la familia.

Solamente tú, Dios mío, sabes dónde están, cómo están y cuándo van a regresar.

Fuente: El Sur