Las mujeres de Ayotzinapa, Janet Francisco Arzola

Las mujeres de Ayotzinapa (7): Janet Francisco Arzola

Por Tryno Maldonado

Taller de pintura

Escuela Normal de Ayotzinapa

Mi nombre es Janet Francisco Arzola. Tengo 22 años. Soy hermana de Luis Ángel Francisco Arzola, de 20 años. Somos de un pueblo que se llama San Cristóbal, en la Costa Chica de Guerrero. Mi mamá es ama de casa. Mi papá es chofer de ruta entre Ometepec y San Cristóbal. No ha podido trabajar desde que desaparecieron a mi hermano. Terminé la licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras. Estaba trabajando en mi tesis sobre conflictos agrarios cuando esto pasó. A mis papás nunca les dije que quería estudiar. Me fui sola a Chilpancingo y conseguí un trabajo en una papelería para pagarme la carrera.

Luis Ángel no sabía qué estudiar. Cuando ingresó a Ayotzinapa fue el segundo año en que lo intentó. La primera vez pasó el examen y la semana de prueba, pero por alguna razón no quiso seguir. Yo no quería que se quedara en Ayotzinapa. No me gustaba. Así que se quedó a vivir conmigo en Chilpancingo. Rentaba un cuartito chiquito; él dormía en el suelo, en un petate. Teníamos una parrilla y un tanque de gas. Era todo.

Como mi papá es chofer y le enseñó de carros, Luis Ángel se metió a estudiar para mecánico en la Escuela Mecánica Automotriz del Sur. Somos muy unidos. Así que salimos juntos a buscar un taller mecánico para que tuviera trabajo en sus horas libres y pudiera practicar. Yo lo acompañé a buscar hasta que encontramos uno cerca del Tecnológico de Chilpancingo. Le gustaba mucho estar en el taller.

“Yo no quiero ir a la escuela de mecánica –me decía–. Ahí no aprendo nada; en el taller sí”. Así que dejó de ir a la escuela. Prefería pasar todo el día en el taller. Le gustaban los carros. Los dueños del taller le tenían mucha confianza.

* * *

“¿Sabías que tu hermano tenía alguna inclinación artística y que asistía aquí, al taller de pintura?”, le digo a Janet luego de meses de convivencia en la normal de Ayotzinapa.

“No, nunca lo vi pintar –responde Janet–. Es muy serio, muy callado. No muestra mucho sus sentimientos ante los demás. Conmigo sí. Le decimos Lenchito”.

Le muestro entonces lo que podría ser la última evidencia de la existencia de Luis Ángel antes de ser secuestrado por fuerzas policiales del Estado mexicano en Iguala, la noche del 26 de septiembre de 2014. Es una pintura fechada y firmada por su hermano dos días antes de la desaparición de los 43 estudiantes. El hallazgo lo hizo el profesor Joel Amateco, encargado del taller de pintura, y lo compartió conmigo.

El rostro de Janet, siempre cordial pero nostálgico desde la desaparición de su hermano, se ensombrece al ver el cuadro. Las lágrimas brotan cuando identifica la letra y el nombre de Luis Ángel sobre el triplay. La pintura es naif. Un oso de caricatura. Los colores están en tonos pasteles, alegres, casi infantiles. Todo lo contrario a lo que Janet me había descrito durante esa tarde sobre el temperamento duro y los intereses de su hermano. Janet se aferra a la pintura con ambas manos y la abraza contra su pecho, como si en ese intento de aferrarse al último vestigio material dejado por su hermano desaparecido pudiera invocar algo de él. Durante la tarde y el anochecer en que transcurre otra de nuestras entrevistas no volverá a soltarlo.

INTERMEDIA, Ayotzinapa 2017

Han sido tres años muy cansados física y emocionalmente. Todos los padres han sufrido enfermedades. Pero nuestro espíritu sigue firme y no pararemos hasta encontrar a los 43. Todo es culpa del gobierno. Nos denigra. Nos han desacreditado. Nos quieren separar, nos quieren cansar para que dejemos de buscarlos.

No sé cómo se convenció de regresar a Ayotzinapa. Mis papás le dijeron que no. Qué iba a regresar si ya estaba bien, estudiando y en el taller. No estaban de acuerdo.

La última vez que lo vi fue el 14 de septiembre de 2014. Iban a desfilar el día 15 y me pidió que le trajera una playera blanca. Le compré una libreta porque ya iban a empezar las clases. Estaba contento. Él andaba bien pelón como todos los de recién ingreso. No lo reconocía. Estaba muy flaco. Antes de entrar a la escuela pesaba como 80 kilos. Bajó hasta 50. Bien diferente… Se veía mejor por el ejercicio de la semana de prueba. Aquí hacían mucho ejercicio.

Luis Ángel nos hace falta a mí y a mis papás. Me acostumbré mucho a él en el tiempo en que vivió conmigo. Estábamos juntos siempre. Es un año más en que no tenemos Navidad. Ni Año Nuevo.

Siempre estábamos en comunicación por Whatsapp. El 26 de septiembre me escribió desde temprano. Me contó que iban a ir a una actividad. Después le llamé como a las ocho, pero no me contestó. Me escribió que estaban en Iguala. “Cuídate mucho”, le escribí. “Hermana, te quiero mucho —me dijo–. Cuando termine la escuela tú vas a ser mi madrina. Eres mi inspiración. Cuando termine te voy a dedicar mi título”. También dijo que cuando terminara la actividad en Iguala me iba a marcar, pero… pues nunca me marcó.

No volví a saber nada de él.

Fuente: https://suracapulco.mx/2018/01/02/mujeres_ayotzinapa/