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De Juaritoz pa`l mundo

, por caperucita negra

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Este es un lugar de ambiente
donde todo es diferente,
donde siempre alegremente
bailarás toda la noche ahí.
Quieres bailar esta noche
Vamos al Noa- Noa, Noa- Noa
Noa- Noa, Noa- Noa, Noa- Noa,
Noa vamos a bailar.
Juan Gabriel, El Noa- Noa

Lukas Avendaño

avendanolukas@yahoo.com.mx

Ciudad Juárez hoy es la ciudad luz, hay luz, hay vida, el sol se oculta y la ciudad se duerme al grado que parece morir; pero hace tres años la ciudad era diferente, las personas no dormían, la gente amanecía en la calle.

La avenida Juárez era sinónimo de fiesta perpetua, llegaba a ella mucho gentío de El Paso; gabachos, japoneses, negros y se venían al party. Hoy los que aún llegan son los chicanos, que son gente como nosotros sólo que nacionalizados o residentes, con papeles de El Paso (Texas).
En ese hoy es en el cual se puede volver a caminar la ciudad y se miran las mismas fotografías vivas, como congeladas por el tiempo, es decir la ciudad se nos presenta vieja, gris, huele a mugre, la pintura descarapelada, sus vidrios de las ventanas sucios, las casas abandonadas en su totalidad… y pese a eso, no parece una ciudad recién dejada, sino una ciudad desmantelada de toda la vida.

Si se mira la ciudad desde una fotografía aérea se evidencia un contraste grosero, donde El Paso es el centro y la periferia Ciudad Juárez; la línea fronteriza es la tesis que en efecto la polaridad del statu quo existe; los de arriba, literalmente, y los de abajo, los de más que abajo, esa gruesa capa que su salario es apenas el necesario para reproducirse como fuerza de trabajo, lo mínimo necesario para imitarse como especie que alimentara la máquina come hombres y mujeres: Las maquilas.

Ese abajo casi subterráneo que hace acto de presencia como lustradores de zapatos, vendedores de cigarros, sodas, burritos (tacos), intervencionistas de los semáforos, pepenadores que hurgan en los botes de la basura, son éstos los rostros que siempre asoman por la ciudad sin dejar de ser uno, son ellos quienes desmienten el abandono o el éxodo de apenas hace tres años.
Se habla de siete mil muertes violentas -como si la muerte fuera un acto pacífico- de hace tres años para acá y de más de 200 mil desplazados por la guerra emprendida por el Estado mexicano. En efecto, son muchos los que se han condenado al exilio y ésos son los que pueden irse, que pueden pagar su residencia en cualquier otro lugar, para quienes Ciudad Juárez es sólo una opción para estar o no estar.

Pero para los de abajo y más que abajo Ciudad Juárez no es sólo una opción sino es la única, ya que mirar para abajo sólo nos queda el paredón, el muro… el 100 de tiro al blanco, y mirar para arriba: está el desierto, orientación lógica si optamos por invertir la geografía a la que nos han acostumbrado a mirar el orden de las cosas.

Por todo esto no puedo decir que el abandono de Ciudad Juárez sea de hace tres años a la fecha, puesto que, bajo el deslumbre de la fiesta, lo que en realidad han ocultado son las pasiones tristes de una ciudad cortesana del imperio (síntesis de la agudización de las contradicciones del capitalismo) como alguna vez lo fue Cuba, la prostituta preferida del imperio Yanki en representación de la United Fruit Company.

Hoy la cortesana ya no es visitada; no recibe más regalos, ni favores y literalmente se presenta por las calles de Ferrocarril y La Mariscal, “como una mujer de toscas proporciones (…) que tiene ese horrorizante atractivo de ciertas piezas arqueológicas, la piel llena de gruesos poros y unos muslos breves bajo el cerámico vientre atroz”, como escribiera José Revueltas.
Es cierto que quienes se fueron van invadidos por la tristeza, añorando su ciudad con la nostalgia y sus recuerdos… y quienes se quedan… nos quedamos a luchar, a resistir, a recobrar el derecho que se nos ha arrebatado a la vida con Justicia y Dignidad, sin que esto signifique la restauración de nuestro lugar como la preferida del padrote, la concubina predilecta, la protegida del padrino.

Ciudad Juárez no será más la “indiferencia pesada y triste del esclavo”, sus mujeres ya no serán las “sucias palomas impuras”, ni sus hombres el “chimpancé enfermo que se somete a las órdenes de su domador”. No volverá a tener Ciudad Juárez el “cuerpo de infame prostituta”.

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