A 14 meses de prisión he aprendido a mirar con odio, pero con serenidad, al aparato dominante, he aprendido realmente la aberración de las instituciones y sus propósitos viles e inhumanos que han llegado a degradar la humanidad y la significación de libertad. Sin embargo, el presidio es el lugar que el Estado ofrece a sus espíritus más libres y menos sumisos, son las prisiones los lugares donde encontramos criminalidad, disidencia y dignidad, conjuntados simultáneamente en este lugar obscuro y separado de la sociedad, pero más libre y honorable, donde el Estado sitúa a los que no están con él, sino contra él, y esta es la única casa dentro de un Estado represor y criminal en donde el hombre libre permanece con honor.