Para que la agonía del pueblo sirio llegue a su fin, debe ser parada por la fuerza. Los perpetradores de estos colosales crímenes contra la humanidad deben ser detenidos de una vez por todas. Hay una infinidad de razones geopolíticas por las que esto es un imperativo, pero ninguna tan inmediata e importante como la inviolabilidad de la vida humana y el ejercicio de la propia voluntad. La inacción reduciría estos principios al estado de tópicos vacíos de todo significado. Para su desgracia, los sirios se atrevieron a creer en estos principios; se atrevieron a creer que, aunque su lucha por la dignidad era sólo suya, no serían abandonados a tal destino en el siglo XXI.