AMLO, Gaytán Ochoa y la disciplina militar
Carlos Fazio
El 22 de octubre, durante un desayuno con altos mandos del Ejército y la Fuerza Aérea, y en presencia del general secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, el divisionario Carlos Demetrio Gaytán Ochoa cuestionó las "decisiones estratégicas" del comandante supremo de las fuerzas armadas, el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, y atribuyó a la jerarquía castrense "la muy alta responsabilidad de mantener cohesionado al país, coadyuvar a su pacificación a la brevedad posible y de hacerlo todo con el menor costo social y la mayor eficacia".
Ante medio millar de generales de división, de brigada, brigadieres y de ala en funciones y en situación de retiro, reunidos en el salón República del estadio de la Unidad Habitacional Militar de Lomas de Sotelo, en la Ciudad de México, Gaytán Ochoa utilizó un lenguaje genérico cuando, sin mencionar ningún hecho concreto y asumiendo de facto que todos los presentes compartían sus preocupaciones, dijo: "Nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados".
A continuación, con una narrativa francamente deliberativa y que podría escapar al principio de neutralidad política y a la disciplina jerárquica aconsejable a un profesional de la violencia −en tanto integrante de uno de los órganos coercitivos por excelencia del Estado: el Ejército y la Fuerza Aérea−, añadió que "en la actualidad vivimos en una sociedad polarizada políticamente, porque la ideología dominante, que no mayoritaria, se sustenta en corrientes pretendidamente de izquierda, que acumularon durante años un gran resentimiento".
Sin mencionar en ningún momento por su nombre al presidente López Obrador ni tampoco su condición de mando supremo de las fuerzas armadas, adujo que pese a la legalidad y legitimidad de su investidura como titular del Ejecutivo, "los frágiles mecanismos de contrapeso existentes" le han permitido (a AMLO) un "fortalecimiento" que viene propiciando "decisiones estratégicas" que "no han convencido a todos, para decirlo con suavidad". Utilizando siempre un plural verde olivo, agregó que esas decisiones del jefe del Ejecutivo "nos inquieta", "nos ofende", pero sobre todo "nos preocupa", toda vez que (los militares) "fuimos formados con valores axiológicos sólidos, que chocan con las formas con que hoy se conduce al país".
Si bien dijo a sus compañeros de arma que había tratado de "cuidar" sus palabras y mantenerse dentro de la "disciplina" a la que como militar está obligado, abogó por soluciones "drásticas" ante un entorno histórico que "lo que requiere a gritos es pacificar, educar y mantener sano a México". Dado que Gaytán Ochoa forma parte de una institución castrense donde la formación modela para jerarquizar, homogeneizar y uniformizar; para exterminar al enemigo; para separar a sus miembros de la sociedad civil y convertirlos en engranajes de una maquinaria corporativa regida por una cadena de mando donde el objetivo primero es la obediencia sin cuestionamiento al superior; donde el superior siempre tiene la razón, nunca se equivoca, y si se equivoca vuelve a mandar (es una obediencia a la autoridad, no a la ley de la res publica), queda claro qué entiende el mílite por "pacificar", "educar" y mantener "sano" (sic) a México.
Con el agregado de que, miembro de una familia de militares (su padre fue el general de división retirado Leopoldo Gaytán Durón, quien ocupó cargos importantes durante el sexenio de José López Portillo, y su hermano menor, Leopoldo Noé Gaytán Ochoa, fue comandante de la quinta zona militar en Chihuahua, de donde fue retirado en 2013 por abuso de autoridad), Carlos Gaytán Ochoa se desempeñó como jefe del Estado Mayor de la Sedena durante el régimen de Felipe Calderón, y como tal dio el visto bueno a la "Directiva para el Combate Integral al Narcotráfico 2007-2012", que sirvió como guía para una actuación del Ejército que a la postre derivó en catástrofe humanitaria.
Considerada la "biblia" militar durante el sexenio calderonista, la directiva dotó de "amplia libertad de acción e iniciativa" y "don de mando" −a los comandantes de las 12 regiones militares del país− para realizar "acciones contundentes" contra el "enemigo". En ese mismo periodo –en el que Gaytán Ochoa ofició también como subsecretario de la Sedena−, el documento La Secretaría de la Defensa Nacional en el combate al narcotráfico llamó a transformar la lucha contra las organizaciones criminales en una "cruzada", rechazando de manera categórica toda "insinuación o petición de negociación", atacando al enemigo en "todos los frentes", para "aniquilarlo" (sic).
Entonces, el "combate frontal" estuvo basado en cuatro ejes: causarle el mayor número de bajas al enemigo (el famoso body count o conteo de cadáveres de la fallida estrategia de contrainsurgencia de Estados Unidos en Vietnam); crear divisionismo en sus filas; provocar confrontaciones internas, e inducir a su autodestrucción. El objetivo fue localizar, fijar, intimidar y causarle el mayor número de bajas al adversario, en tanto se aplicaba la ofensiva principal sobre "su flanco más sensible, el financiero patrimonial".
En un sentido general, la "guerra" de Calderón y sus subordinados en la Sedena −el general Guillermo Galván, titular de la institución; el general Rogelio Patiño Canchola, autor de la "directiva" para combatir al narcotráfico; el propio Gaytán Ochoa, y otros mandos−, resultó todo un éxito: hubo muertos a granel y desde entonces el body count ha seguido multiplicándose hasta nuestros días. Y como parte de la "amplia libertad de acción e iniciativa" y el "don de mando" del generalato, proliferaron la tortura, las ejecuciones sumarias extrajudiciales y la detención-desaparición forzada de personas. A la saña militar no escaparon niños ni mujeres; ejemplos sobran. Aunque el patrimonio financiero de los grupos de la economía criminal quedó intacto.
Gaytán Ochoa pidió "el respaldo y la solidaridad" de sus compañeros para el general secretario Luis Cresencio Sandoval −a quien ofreció sus conocimientos y la experiencia acumulada en 50 años de servicio−, pero en su solicitud de respaldo excluyó al jefe supremo de las fuerzas armadas, el presidente López Obrador.