Las mujeres de Ayotzinapa: Metodia Carrillo Lino
Por Tryno Maldonado
«A veces ya no me da hambre. He estado muy mal por la diabetes. Por lo mismo, pues. Pienso en cómo estará mi hijo, cómo andará, qué comerá… o no comerá.»
#Ayotzinapa6Años
Yo me llamo Metodia Carrillo Lino. Tengo 62 años. Mi muchacho es Luis Ángel Abarca Carrillo. Tenía 18 cuando lo desaparecieron. Somos de San Antonio, Cuautepec. A unas tres horas de aquí, de la normal (de Ayotzinapa). Yo aquí vivo. Desde que sucedió esto me vine a vivir a la normal. Nada más voy para lavar, pero regreso. Estamos con la esperanza de que regrese el muchacho.
Hasta la vez, el gobierno no nos da ni razón. Nosotros decimos que están vivos. Ellos están vivos, pero no nos los quieren entregar, pues. Son estudiantes, no son delincuentes. Son muchachos que querían salir adelante. Él (Luis Ángel) venía con la visión de salir adelante, pero luego lo reprimieron y lo desaparecieron. Y hasta la fecha no sabemos nada de él.
Tengo cinco varones, cuatro mujeres. Nada más dos estudiaron la prepa y de ahí entraron a trabajar. Uno trabaja como promotor en la Coca-Cola. Yo le decía a su hermano… Pero él (Luis Ángel) me decía: “Yo quiero estudiar, pues. Para ser maestro. Yo no quiero andar así nada más”. ¡Mejor no hubiera estudiado! Estudió bachilleres. Y se vino después aquí, a esta normal, y pues, ya ve… Una no sabe, si no… yo no lo hubiera dejado. Yo le decía que no se viniera. Pero él me dijo que se quería superar. Le dije entonces que lo iba a apoyar. Nunca pensé lo que le iba a suceder.
Por eso a veces me pongo triste. Me pongo a llorar, porque a mi hijo creo que ya nunca lo voy a poder ver. Pero yo le pido a Dios. Él va a regresar con nosotros, primeramente Dios.
Mi marido se queda en la casa, también mis hijos. Son campesinos. Siembran maíz, ajonjolí, jamaica y así. Pero no alcanza, pues, para darle una carrera a los muchachos. A veces vienen a las actividades, a las marchas y a las búsquedas. Pero como allá tienen sus obligaciones… Mis hijas ya se casaron y viven aparte. Ya nomás lo tenía a él (Luis Ángel) y al otro, el más chico, que está allá en el pueblo. Eran lo que me quedaba. Nada más.
A mi hijo desaparecido le gusta jugar pelota. Él no fumaba. No tomaba. Ni un cigarro. Ni una cerveza. Es muy bueno. Nunca andaba enojado, nunca me hacía una grosería. Siempre contento con nosotros. Él casi no salía, nada más a jugar pelota. Dejó un perrito chiquito. Ahí lo dejó. Se llama Bobi. Lo quería mucho a su perrito. Cuando me hablaba me decía que se lo cuidara hasta que él volviera.
Le gustaba trabajar en el campo. Tenía unos chivitos. Llegando de la escuela se iba a pastorear y luego se ponía a hacer su tarea. Le gustaba mucho el campo. Lo alquilaban los que tenían ganado para ir a ordeñar. Él sabe ordeñar y le pagaban. Le gustaba mucho la chamba.
Salió de bachiller en Copala. Sus amigos allá los dejó. Con Óscar, con el que iba a la escuela, allá lo dejó. Se querían mucho. Terminaron juntos, nomás que el muchacho no se quiso venir a la normal. De todo el pueblo, entre los que intentaron entrar, nada más él (Luis Ángel) se vino a Ayotzinapa.
Él me dijo que no, que no tenía novia, que nomás tenía amigas. Me dijo que hasta que terminara la normal iba a tener novia.
Casi no comprábamos pollo. De vez en cuando matábamos uno. A él mucho le gusta el mole. Le preparaba su mole. Mole rojo. Bien sabroso, con arroz. Me dijo que cuando fuera de vacaciones en diciembre le tuviera listo su pollo. Pero ya ve… Ya no se pudo, pues. Ni modo.
Cuando eres madre y pierdes a un hijo te sientes mal. No dormimos, nos sentimos bien tristes. Que nos entreguen a nuestros hijos, es lo que queremos. Estamos muy desesperadas. No sabemos nada de ellos. Si yo, en veces, me preocupaba nada más por un ratito que llegaba tarde de trabajar… A veces ya no me da hambre. He estado muy mal por la diabetes. Por lo mismo, pues. Pienso en cómo estará mi hijo, cómo andará, qué comerá… o no comerá.
Cuatro días antes de que se lo llevaran me habló. Después fue cuando supe que se lo habían llevado. Como en la casa no hay señal, él me hablaba con una vecina que tiene teléfono. Desde entonces no lo he visto.
La última vez que lo vi fue cuando él se vino de la casa a la normal: 7 de agosto de 2014. Después de eso nada más hablamos como dos veces. Ese último día comimos todos juntos en la casa y después se bañó porque ya se iba. Él nunca es así de que te voy a abrazar… pero ese día me dijo que me quería abrazar. Su hermano lo acompañó hasta la carretera para tomar el autobús a Acapulco. Le fui a dejar ahí su mochila y una gallina que se trajo a la normal. Y él lloró. Lloró mucho y yo me sentí triste porque ya se iba.
Fuente https://suracapulco.mx/las-mujeres-de-ayotzinapa-24-metodia-carrillo-lino/