Comando Palomitas

Septiembre del 2021.

Yo no lo sé de cierto, pero la leyenda ubica la gestación de esta unidad de élite del ezetaelene hace algunas lunas.

Aunque la comandancia general zapatista ha negado una y otra vez su existencia, y clasifica esas maledicencias en la carpeta de “Mitos Geniales y No” (junto con las leyendas del Sombrerón, la Xpakinté y las recetas gastronómicas del finado SupMarcos), los rumores ubican el nacimiento del ahora famoso Comando Palomitas en el Caracol de Tulan Kaw, a finales del año del 2019.

Según esto, el autodenominado SupGaleano había acaparado todo el maíz palomero del suroriental estado mexicano de Chiapas. Y, aunque el susodicho alegó después que su plan era sabotear las grandes cadenas de cine y obligarlas a reducir el precio de tan preciado artículo -así como que se prohibieran las absurdas variaciones que ofrecen palomitas con sabor a frituras rancias-, investigaciones posteriores abundaron en la hipótesis planteada por el fiscal (un ser extraordinariamente parecido a un escarabajo), quien en el juicio planteó el móvil del crimen: el SupGaleano quería atascarse de palomitas él solo. La súbita e incomprensible escasez de salsa picante aumentaba las sospechas.

El fiscal llamado Don Durito –que se vestía como el Fiscal de Hierro de los hermanos Almohada (no confundir con los Almada, ésos son otros)-, desplegó una brillante pieza de oratoria llena de referencias cinematográficas que, hay que reconocerlo, a ratos recordaban a Al Pacino, a Tom Cruise, a John Travolta, y a Matthew McConaughey (cfr. las películas de estos actores y temática de jurisprudencia). El acusado, fungiendo como su propio abogado, no fue menos y, además, agregó referencias al arte dramático. Estaba el susodicho argumentando como Shui Ta / Shen Te frente a los dioses (“La Honesta Persona de Sechuan”. Bertold Brecht), cuando llegó la hora del pozol y el jurado en pleno se ausentó.

Viendo que no se haría justicia y el malvado SupGaleano se saldría con la suya, la banda de Defensa Zapatista, con la colaboración del Gato-Perro, tomó por asalto la champa del SupGaleano y “expropió” no sólo varios costales de maíz palomero, también no pocos cartones de salsa picante. El amado Amado hacía entonces sus primeras incursiones en la banda de Defensa Zapatista (aunque ya había debutado en Oventik en 2018, en el primer festival de cine, cuando le robó cámara a Gael García Bernal), así que formó, con su amigo Chinto, una especie de sucursal de la horda de Defensa Zapatista.

En la nueva pandilla se auto reclutó la Verónica, hermanita del Amado y de quien se dice es el “ala radical” del Comando (suele llevar tatuajes hasta en los labios cuando le toca el caramelo agridulce que los contiene). El Chuy y la Cintia fueron reclutados después. Durante un tiempo, la Esperanza dirigió a la tropa, pero no tardó en incorporarse, junto con Defensa, al equipo de fútbol femenil de las milicianas. Entonces el amado Amado quedó como mando.

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Corrían los meses de abril y mayo. La unidad que después sería bautizada como “La Extemporánea”, se preparaba por centenares en el Semillero “Comandanta Ramona”.

El SupGaleano recibió entonces la orden de evitar que los niños molestaran a sus mamaces mientras tomaban el curso de Escucha y Palabra. El susodicho enfrentó ese nuevo reto organizativo y diseñó una reforma a la inexistente ley orgánica del ezetaelene. Su objetivo: darles una estructura militar e instruirles en el difícil arte del sabotaje, la destrucción indiscriminada y los chillidos coordinados y secuenciados.

Les llamó y, con voz marcial, así les dijo: “Ya escucharon que el SubMoy explicó que hay que estar organizados. Entonces tienen que entender que hasta para hacer travesuras hay que organizarse. Desde ahora son una unidad militar y quien no obedezca las órdenes sufrirá el castigo de que le cortemos la cabeza con un machete, sin filo para que tarde, y oxidado para que se infecte y tienen que inyectar”.

Sobra decir que la amenaza no surtió el efecto deseado. La Cintia “barrió” al Sup de arriba a abajo con la mirada y se dio media vuelta. El Chuy preguntó si iba a buscar un machete. El Chinto pareció evaluar los riesgos. El amado Amado se subió el cuello de la camisa y la Verónica decidió que era un buen momento para chillar a todo pulmón. En cho´ol, otra vez.

Nuestro héroe (ojo: yo soy “nuestro héroe”) no se desanimó frente a ese contratiempo y, haciendo alarde de sus amplios conocimientos en psicología, llegó con una cubeta de 20 litros, llena de palomitas. La banda se congregó y presionaron al SupGaleano con el clásico “tienes que compartir”. Pero el Sup sólo respondió: “no puedo, es sólo para comandos”. Tod@s se dieron de alta inmediatamente. Ese fue el nacimiento oficial del Comando Palomitas como tal.

El Sup, previsor, tenía unos ositos de peluche y unas poderosas pistolas de agua. Les dio a elegir. El Amado y el Chinto eligieron pistolas de agua; la Cintia tomó el osito de peluche que, además, era de su estatura; el Chuy –como ya es su costumbre-, escogió un caballito de plástico que, dicho sea de paso, no estaba contemplado en la repartición.

Cuando todos esperaban que la Verónica eligiera el otro osito de peluche, lo rechazó, tomó una de las pistolas de agua, fue y le quitó al Chuy su caballito después de mojarlo (a la Cintia no le pudo quitar el oso de peluche porque ya lo había guardado “para que no se mojara”), y atacó al Amado y al Chinto. Empapada en el fragor de la batalla, la Verónica fue con su mamá a que la cambiara, pero no hubo reposo y se lanzó contra los pinches hombres –que se habían quedado sin parque, o sea sin agua-, y los derrotó en una acción fulminante, misma que fue aplaudida por la Defensa y la Esperanza en lo que llamaron “victoria de género”. Nuestro héroe vio el potencial bélico de la Verónica y le dio un rifle lanzaglobos de agua (de última generación).

Como dice el sabio proverbio -que inventó nuestro héroe en ese momento-: “no sólo de palomitas se vive, también hay paletas y dulces de chamoy”; se surtió al Comando de toda clase de elementos para su férrea formación. Fue así como llegaron unos caramelos agridulces que tenían de regalo unas calcomanías tipo tatuaje. La Verónica fue la única que se los puso sin titubear. Y, claro, también la única que, por lamer la calcomanía porque tenía un poco de polvo de chamoy, se tatuó la lengua. Fue así como la Verónica, a sus tres años, obtuvo, además del cho´ol y la castilla, la lengua chino-japonesa-coreana.

El temible Comando Palomitas está integrado actualmente por el amado Amado (10 años y responsable del comando), el Chinto (10 años y coordinador operativo), la Cintia (3 años y la doctora del grupo), el Chuy (3 años, demoliciones controladas) y la Verónica (3 años, demoliciones sin control alguno).

El primer operativo del CP fue en la despedida del Escuadrón 421. Mientras las bases de apoyo gritaban vivas al Escuadrón y el concejo de ancianos protegía con el humo de copal a los futuros marineros, el CP se dedicaba a gritar consignas absurdas, incitado por un individuo de dudosa reputación, como “¡Queremos palomitas!”, “¡Luchamos por palomitas!”, “¡Para todos, todo. Para nosotros las palomitas!”.

Por supuesto que hubo quejas y hasta una acusación formal, pero la Verónica empezó a llorar en ch´ol y el SubMoisés se desesperó y dijo “ya callen a esa niña”. El SupGaleano, haciendo alarde de sus maestrías y doctorados en pedagogía infantil, presentó dos opciones: o coserle los labios a la chiquilla o darle palomitas -porque con la boca llena de palomitas no podría chillar-. Como no encontraron hilo y aguja, le dieron una bolsa de palomitas. El llanto cesó inmediatamente. Pero, oh sorpresa, al darse cuenta del resultado, el resto de la banda empezó a llorar también. Conclusión: la subteniente Angelina tuvo que hacer palomitas para darles a todos.

La historia de los moto–sierristas es parecida. Cuando los niños vieron a los insurgentes cortar las maderas para labrar los cayucos, empezaron a jugar a la moto-sierra con unas tablas. Es decir, la tabla era la moto-sierra. Su optimismo era elogiable: con la tabla-moto-sierra pretendían derribar los postes de metal de los tableros de baloncesto. Pero, cuando empezaron a “jugar” a ver quién aserraba al otro, el SupGaleano se dio cuenta, con profunda satisfacción, que la banda podría enfrentar con éxito un apocalipsis zombi.

Cuando el amado Amado se lastimó el pie con un clavo, la Verónica pensó que era buena idea “curarle” el pie y pidió ayuda con el Chuy. Con sendas tablas intentaron aserrarle el pie al Amado. Fue ahí donde la Cintia le informó al SupGaleano que el Amado “se clavó un clavito”. El Sup le aconsejó que, para ver si era cierto, le dijera que lo iba a inyectar. Si el Amado corría, quería decir que se estaba haciendo pato y no estaba mal herido. Fue la Cintia y al poco rato regresó e informó: el Amado seguía postrado (ojo centennials –o como se diga-, dijo “postrado”). El Sup puso su mejor cara de Doctor House y dijo “Es grave, hay que operar”. Y le aconsejó a la Cintia que le cortara los pies… y la cabeza porque “qué tal y duele su cabeza”. La Cintia estuvo de acuerdo. La historia hubiera culminado con un triunfo de la ciencia médica, con una cirugía mayor ejecutada a 4 manos y dos tablas en modo moto-sierras, si no es porque llegaron los promotores de salud y se llevaron al Amado a la clínica en una camilla, le pusieron vendas y no sé qué ungüentos.

Pero, ante la frustración, la Cintia no se arredró y eligió ser la doctora del Comando. Como el Sup no consiguió un equipo de doctora de juguete y sólo encontró uno de veterinaria, con ése la Cintia se presentó como la médica de la tropa.

Viendo la loable vocación por la demolición de la Verónica y el Chuy, se les consiguieron dos moto sierras de plástico y un estuche de mecánico, con taladro, pinzas, segueta, cúter, desarmador, martillo y llave perica (todo de plástico), que tenían la ventaja de poder usarse, tanto para las operaciones médico quirúrgicas, como para reparar las moto-sierras que, por supuesto, “se descompusieron” desde el primer día.

Llegaron entonces las bicicletas. Todos saben que un comando sin bicicletas no puede desplegarse con rapidez y eficacia. El problema es que no sabían andar en bicicleta. El Sup no les enseñó argumentando que “¿Acaso alguien te enseña a vivir? No, aprendes a las caídas”. Y tal cual: el Comando se llenó de raspones, moretones y cortaduras, pero, a los pocos días, ya recorrían sin dificultad la cancha de baloncesto.

Cuando se informó a La Extemporánea que, al fin, se habían conseguido los vuelos y, lo más importante, un lugar donde aterrizar en Europa, nuestro aclamado héroe (yo mero) convocó al Comando Palomitas y les dijo: “Ya se van a ir en unos días. Está prohibido enfermarse y lastimarse. Tienen que cuidarse, porque el que llegue con raspones, no tendrá palomitas. ¿Está claro?”

Para demostrar que estaba todo claro, el Chuy acusó a la Cintia de que se había caído de la bicicleta. La Cintia dijo que era su mentira del Chuy, que la Verónica la había empujado. El amado Amado explicó que se pelean por cualquier cosa, que basta que una tenga un juguete, para que se peleen. Nuestro admirado paladín refutó: “pero si les di un juguete a cada quien e iguales, para que no se pelearan”. El Chinto puso cara de “el Sup no entiende que no entiende” y el amado Amado sentenció: “Acaso les importa, quieren el juguete que tiene la otra”.

El incomparable e idolatrado héroe (yo de nuevo, pero más modesto si posible fuera) les advirtió: “Bueno, ya les avisé, si se lastiman o enferman entonces no van a ir y sus mamaces van a quedar llorando porque tampoco van a ir, por su culpa de ustedes. ¿Entendieron?” Tod@s respondieron afirmativamente.

En cuanto el gallardo Sup se dio la vuelta, el Chuy empezó a llorar. Resulta que la Verónica le dio un zape por andar de chismoso. Se le preguntó a la Verónica si era cierto y confesó que sí, sin la menor señal de arrepentimiento.

Desconsolado, el Sup fue a su champa. Lejos de darse por derrotado, revisó su amplia biblioteca de tratados de psicología, geografía, ciencias ocultas y su colección de historietas de Memín Pingüín, y regresó de nuevo. Convocó al CP y en un mapa les mostró donde están el caracol y el semillero. Luego les mostró dónde queda Madrid y dónde Viena. Posteriormente trazó una elegante línea para describir el vuelo por venir.

Después de una larga explicación, el Sup se retiró satisfecho: había logrado convencer al Comando Palomitas. En el aire resonaban las últimas palabras de nuestro héroe: “¿Por qué conformarse con hacer travesuras y estropicios en un caracol, si puedes destruir todo un continente?”.

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La toma de la cámara se aleja. El Comando Palomitas contempla el mapamundi mientras chupa ávido sus paletas de chamoy. El Tzotz, el Tragón y la Pelusa, tres perritos que suelen acompañar al CP en sus incursiones, llegan y destrozan la cartulina. Una ráfaga de viento levanta y hace volar un fragmento en el que se lee “Travesía por la Vida”.

Un final épico… y, bueno, sí, un poco paradójico.

Warning: el Comando Palomitas lleva dos meses sin probar la razón de su existencia. Un Comando Palomitas sin maíz palomero es como un vampiro consolándose con salsa de tomate, así que es de esperar que, al llegar a Europa… bueno, pues… ¿por qué será que el SupGaleano ensaya una y otra vez el “¿Aló? ¿Brennen Wien und Berlín?”, en dos viejos walkie-talkies, con el Amado, que está a sólo 10 metros y dice que no oye. Claro, tal vez si le pusieran pilas a los aparatos…

Doy fe.

El SupGaleano.
Jefe Supremo, Máximo Líder, Destacado Dirigente, Gran Guía, Histórico Historiador, Sabio Infalible, Luz Perenne al Final del Túnel, Alfa y Omega –y Delta y Lambda-, Faro de las Generaciones Presentes y Futuras, Paladín de la Modestia, e Instructor del Comando Palomitas.
(y, bueno, también “Nuestro héroe” en este relato épico, digno de ser ampliado por las plumas de Martín Luis Guzmán y León Tolstoi)

Música: Amanda Ventura-«The Way» (Harmonica Blues Solo), Led Zeppelin-«Immigrante Song», Creedence Clearwater Revival-«Fortunate Son»