Las mujeres de Ayotzinapa: Luz María Telumbre

Las mujeres de Ayotzinapa: Luz María Telumbre

Por Tryno Maldonado

Qué le puedo decir de mi hijo si es mi niño. Todo lo bonito. En verdad, si usted lo conociera y viera la clase de muchachito que es… Mucha gente ha estado esperando su regreso y van a la casa a preguntar qué sabemos de él.

Mi nombre es Luz María Telumbre Casarrubias. Cuarenta y dos años. Soy madre de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, desaparecido a los 19 años. Soy de La Estacada, a unos 20 minutos de aquí, de Tixtla, Guerrero. Christian es el único hombre. Tres niñas. Me dedico a hacer tortillas de mano. Mi suegra las vende en el mercado. Trabajando desde las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde saco unos 60 kilos de tortillas para solventar los gastos de las muchachas.

Sí, Christian aguantó muy bien la semana de prueba para ingresar a Ayotzinapa. Pero sus manos quedaron bien ampuladas. Pobre niño. No estaba acostumbrado. Ellos no trabajan en el campo. Nosotros como papás le decíamos que se dedicara al estudio. Nosotros nos encargábamos de lo demás. Nos ayudaba. Trabajaba para tener un poco de dinero.

Entró a Ayotzinapa por no tener dinero. Christian había quedado en la escuela Centenario de Chilpancingo. Él quería estudiar educación especial. O ser ingeniero agrónomo. Pero por nuestras pocas posibilidades económicas no podíamos con más. “Si te preguntan, tú dile a la gente que soy canijo, porque en las dos escuelas me quedé”, dijo Christian. “Sí, mijito. Yo sé que tú no eres tonto. Eres listo… inteligente”.

Yo soy más cercana a Christian que mi marido. Christian no tenía nada qué demostrarle a nadie. Yo le enseñé a hacer las cosas por sí mismo para que no sufriera como nosotros. Para tener un centavo nosotros tenemos que trabajar de sol a sol. Y es lo que menos quiero yo para mi hijas y para mi hijo.

Christian se dedicaba sólo al estudio. Y a la danza. Desde que iba en la secundaria, como a los 14 años. Con mucho esfuerzo le pagaba los cien pesos al mes que costaban las clases. Iba al club de danza de la Casa de Cultura. Hasta la fecha mi hijo sigue teniendo sus botines allí, en ese club de danza.

“Mamá, yo me quiero ir derechito a Bellas Artes”, me decía. Y pues te llena de orgullo saber que tu hijo quiere salir adelante. Pero a veces, por las pocas posibilidades de nosotros, no es fácil solventar esos gastos.

Jalisco. Costa Chica. Veracruz… Todos esos bailes él los sabe bailar. Me decía que cuando se subía a un escenario sentía bonito los aplausos de la gente. “Siento que sí puedo. Mamá, me voy a ir derechito a Bellas Artes”.

Christian era muy tranquilo. Casi todos los días se iba a practicar, dos horas al día. Su único aparato es un minicomponente chiquitito. Sus discos. Sus botines. Sus hermanas son sus bailarinas ahí en la casa. A veces las vecinitas llegaban y se ponían a bailar con él. Él es así. Muy alegre. Cuando decía que había engordado se encerraba en su cuarto a practicar zumba con un video y no salía hasta que terminaba y se iba a bañar.

Casi no lo llamaban por su nombre. Lolo o Chocho. Christian casi no. Yo le digo “mi prieto”. Dicen que se parece a su papá. Uuuuh… Bien amiguero. Pero con hombres no. Nunca le gustó jugar futbol. Ni básquet, ni nada. Fue muy ajeno a los balones. Él nada más su danza. Tiene muchísimas amigas. Hasta la vez han ido a preguntar por él a la casa para saber si ya sabemos algo de él. Quieren muchísimo a mi hijo. Él no tiene maldad. Muy querendón ese niño, nos abrazaba todo el tiempo. A sus hermanas, a mí y a su abuelita.

Hubiera visto sus pies cuando bailaba. Ágiles. No le daba trabajo moverse. Cuando podía, iba a verlo bailar. Mi trabajo no me lo permitía. A veces hay fandangos en la plazuela del centro, hay tarima y todo. Él participaba en cada ocasión que podía. El día de la virgen de Guadalupe se quedó hasta la una y media de la mañana bailando con su hermana Carmen.

Nunca los tratamos diferente por ser hombre o ser mujeres. Siempre han hecho las cosas en conjunto con su hermano. No se diferencian ni tenemos preferencias porque sean hombre o mujer. Y Christian actuaba así. Siempre se ha llevado con puras niñas. Yo le decía que las respetara mucho.

A Christian no le gusta la agresividad. Siempre ha defendido a sus hermanas. Cuando veía a chamaquitos con sus resortes tumbando pajaritos… no le gustaba. Se enojaba con ellos. Siempre ha sido muy sensible, muy noble. Le gusta mucho un libro: El Quijote de la mancha. Cosas que a veces uno ni las sabía, él te las descifraba. Yo, como no estudié, él me las explicaba. Le llamaba la atención casi todo.

La última vez que vi a mi hijo fue el 25 de septiembre de 2014. Pidió permiso en Ayotzinapa. Llegó a la casa temprano. Iban a dar las ocho y yo había llegado del molino. Le hice su atole de Maicena. De chocolate, el que tanto le gusta. Le hablé a su papá porque el niño acababa de llegar. Almorzamos juntos. A las seis de la tarde lo tuvimos que traer acá, a la escuela. Y al día siguiente, el día viernes, pasó esto. Hasta la fecha no hemos sabido nada. Christian no se llevó el celular.

Fuente original: https://suracapulco.mx/2018/03/13/las-mujeres-ayotzinapa-9/