Extremófilo 2: La maldición del trabajo

, por robot

Extremófilo 2: El trabajo

Antipolítica 2: La maldición del trabajo

Recapitulando:

El capitalismo reina sobre nuestras vidas gracias a las separaciones.

El fundamento de la dominación es la división del trabajo: la sociedad está dividida entre quienes trabajan y quienes viven del trabajo ajeno, quienes planean lo que se debe hacer y quienes hacen las tareas, quienes hacen las cosas y quienes disfrutan de ellas.

Separar el campo de la ciudad, la economía de la política, lo social de la vida cotidiana.

El resultado típico del capitalismo es la asignación de roles: somos: obrero, patrón, hombre, mujer, niño, adulto, anciano, ciudadano, político, policía, campesino, gobernante, y un larguísimo etcétera. El poder nos coloca una etiqueta y con ella nos pone a actuar como quiere que actuemos.

Los roles, las etiquetas sirven como mecanismos disciplinarios: trabajamos no para recrearnos como seres humanos sino para consumir.

Tener un rol en el capitalismo es coger sin ganas, por compromiso...

Destruir el poder exige entenderlo en sus raíces y caminos profundos, especialmente en la vida cotidiana.

Este es el rumbo de la antipolítica: siguiendo las apuestas del pensamiento libertario, nos negamos a entrar en el juego de apariencias de la política. Hacer política implica desligarnos de la vida, encerrarnos en los teatros del poder, ceder a la fascinación de un poder que cambia el mundo dentro de sus reglas: que todo cambie para que nada cambie. LA POLÍTICA ES EL GATOPARDO DEL PODER.

Coloquemos nuestro punto de fuga: la reunificación social.

¿Qué puede significar hoy día reunificar la sociedad? ¿Una sola sociedad, una sociedad homogénea? ¿todos iguales y marchando al peso? Tales fueron las antiutopías del fascismo y el estalinismo. Por tanto reunificar la sociedad nada tiene que ver con homogeneizarla u ordenarla.

Reunificar la sociedad significa romper las separaciones del capitalismo. Destruir, para empezar tres teatros esenciales del capitalismo: el trabajo, el sistema político, el ejército. Para empezar.

Destruir el poder comienza por eliminar el trabajo asalariado y todo su dispositivo disciplinario. Al garantizar que nadie muera de hambre rompemos uno de los pilares del dominio capitalista. Así, el trabajo enajenada se vuelve creación y el trabajador deviene creador.

El primer y fundamental objetivo es reorganizar de inmediato la satisfacción de las necesidades básicas: alimentación, alojamiento, salud, autodefensa.

Para ello, los productores se autorganizan horizontalmente, sin jerarcas ni jerarquías. Las tareas y las delegaciones son rotativas. Los delegados además de revocables actúan bajo el mandato de sus compañeros asambleístas. En el punto de partida de la reunificación social está la creación de asambleas como espacios donde la libre palabra unifica a los creadores.

Acaso lo anterior suene ideologizado. intentemos otro comienzo

El trabajo es el gran disciplinador de nuestras vidas

El trabajo es el gendarme de nuestras vidas.

El tiempo que trabajo es el tiempo que no soy yo mismo.

Al ordenar qué debemos hacer y cuándo y en qué ritmos hacerlo, el trabajo no sólo organiza gran parte de nuestro tiempo sino que también limita nuestros deseos de hacer otras cosas.

El trabajo MATA: mata de cansancio, mata de enfermedad, mata de aburrimiento. El trabajo mata lo vivo que nos habita.

Del otro lado, en la otra esquina, el trabajo alimenta la sociedad de la ganancia y a sus comandantes: capitalistas y capataces. Desde ese punto de vista, nuestro trabajo es la carne y la sangre del capitalismo.

Trabajamos para comer, trabajamos porque necesitamos comer, es cierto, pero al trabajar del modo en que lo hacemos, reproducimos las razones que nos llevarán al trabajo al día siguiente: nuestro trabajo no es nuestro, es trabajo ajeno, para el rico, para el dominador. TODO TRABAJO EN EL CAPITALISMO ES TRABAJO ALIENADO.

Destruir el poder capitalista comienza por destruir el trabajo asalariado....

EXtremÓfilo DoS: AntipolíticA 2: La maldición del trabajo + MotineS del hAmbrE (26 de junio de 2008)

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